13 de julio de 2009

de modo cibernético

Si el cuerpo humano fuese como el universo en miniatura; La vía láctea no sería mas que un tejido pulmonar, el planeta Mercurio vendría a ser un átomo de la cola de un espermatozoide, y el equivalente al aire que respiramos en la Tierra, pudiera ser, no más que una conexión eléctrica que, en un nanosegundo existe en el espacio sináptico de un axón y un dendrítico, viajando a velocidad de la luz por dos neuronas entre millones.

Una entre millones de conexiones celulares nos sirve para respirar, y sólo durante un milisegundo dentro de este universo en miniatura.
La existencia de generaciones futuras depende de que muchos planetas como Mercurio se unan y fecunden una zona del universo tan desconocida como los agujeros negros. Consumido el aire en apenas un milisegundo después de encontrarlo, que duda cabe de que, ni nos hace falta la vía láctea ni que mercurio se mueva de su sitio.

En este universo no seríamos polvo de estrellas, todo nuestro cuerpo vendría a ser nada dentro de un universo que sí existe, dicho de otra forma, es la materialización de un pensamiento en realidad, y dentro de esta realidad existen las palabras.
El cuerpo está lleno de palabras que surgen de la nada, como el Big-bagn, y como el Big-bang se expanden y colorean, se inventan y juegan, se aprenden y se hacen indestructibles formando un diccionario adaptado a cada persona, tan versátil que, a veces se puede ver el alma detrás de la sombra, otras iluminando la escena como una estrella, y en contadas ocasiones como un eclipse del que las palabras representantes al cuerpo son lo mismo que el alma en ese preciso momento.

Somos eclipses mientras nacemos,
somos la nada de palabras,
somos lo que creemos,
somos lo mismo repetido
pero aún así, somos únicos,
capaces de vomitar átomo a átomo,
de transformar tantas calorías
como estrellas hay en el cielo,
y de cagar cada día,
ahora sí, de modo cibernético.

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