26 de junio de 2009

Los viajes de Gulliver (sueños II)

Si es que, soy un puto soñador, sin ir más lejos me convertí en una araña. Mis ocho patas se deslizan por las paredes averiguando que estoy dentro de una caja que, a su vez está dentro de otra más pequeña, hace un ruido inapreciable como el de una batería cargada, y empiezo a quedarme sin aire.
Hice bien en hacerme la muerta, cuando abrieron la caja se quedaron con la más pequeña y yo salí por la ventana. Pude amarrar mis telarañas al mástil de la bandera de Euskadi, comprobé que estaba delante de una comisaría y acto seguido escuche una explosión, era un atentado terrorista. Salté del susto por el aire y acabé encima del capó de un coche que se dio a la fuga, eran los terroristas. A ciento veinte en dirección a Irún sentí ganas de escapar pero si saltaba podía morir aplastada en medio de la carretera, hasta que llegué a las afueras de Hendaya y trepé por una casa de color beis y el tejado rojo.
Multitud de personas me buscaban, sabían que estaba dentro y eso les ponía nerviosos, esta vez no me iba a esconder en una de esas cajas, me metí bajo tierra, en una especie de planta baja, y vi un impresionante tesoro, una araña terrorista que estaba buenísima y exhibía sus ochos patas colgando en el aire. Me acerqué, bajé por su mismo hilo, y cuando estaba a pocos milímetros saltó la alarma, se abrieron las puertas y gritaron -ahí está, coged a la venenosa y matad a la otra-. Al saber que ella era la venenosa me aparté rápido pero unas manos me capturaron y me encerraron en un bote, mientras ella moría aplastada y un líquido verde salía de sus entrañas. No tuve tiempo de conocerla, pero conocí a todas sus hermanas, eran miles y todos los días nos tiraban por un conducto que brillaba. Luego nos fueron soltando en pequeños grupos por todo el País Vasco, y durante un tiempo nos atiborramos de moscas e insectos, pero me di cuenta que su pequeño imperio caía cuando las demás morían y yo seguía soñando, había crecido tanto que la banda me buscaba, me llamaban traidor por no seguir sus planes, y era normal que me buscaran pues era entonces una araña infiltrada.
No era tiempo para andarse con estupideces, me convertí en otra cosa, en una pistola automática, y durante un tiempo me usaron policías y terroristas sin saber que de mí se trataba.
Descubrí lo sencillo que era disparar balas, y un día me dispuse a invertir la dirección de éstas hasta que no quedó nadie que disparara.

No hay comentarios:

Publicar un comentario