27 de junio de 2009

Los viajes de Gulliver (I)

Una araña de ocho patas estaba subiendo por mi ordenador, se había zampado un montón de moscas en el País Vasco, y seguro que si la dejo llega hasta Corea del Norte y también se lo come. No tengo las misiones espaciales del Apolo, ni tampoco he visto un minotauro bebiendo en Grecia.
Para ser más exactos mi viaje comenzó cuando salí por el útero de mi madre...

-Chilla mucho, ¿no lo vas a callar?
-Ni falta que hace. Lo que llora no lo mea.

Hacía tres meses que había aprendido a andar, pero mi curiosidad por el fuego dejó en mi mano izquierda una señal de por vida; metí la mano en la leña ardiendo y la saqué enseguida después de descubrir lo que era el calor. Luego vi al fuego con otros ojos, ya no era lo mismo, no era aquella ilusión casi mágica que transformaba los brillos de mis sueños, no, definitivamente se había convertido en algo atroz, capaz de causar un terrible dolor, capaz de hacer cosas que jamás hubiera imaginado.
El fuego se expande en todas direcciones, es como el hermano del hielo que desafía la ley de la gravedad, y aunque uno derrita al otro, el otro no puede vivir sin derretirse para vencerlo, y de la unión del fuego y el hielo nació el agua; los mares y océano se crearon en aquel momento, un momento que duró apenas un segundo, y un segundo que duró apenas un suspiro que lanzó el viento en la última centésima. El fuego siguió extendiéndose y apagándose al encuentro con su hermano, pero su lucha titánica había dado lugar a una hija que los mantenía ocupados disipándose; uno en los polos, el otro escondido bajo las rocas. Cuando hubo acabado la lucha los suspiros se sucedieron y el agua tuvo un hermano que salió del aire; el viento.
El viento se peleó con su hermana mayor, y sus padres, el fuego y hielo, no opusieron resistencia sino que se unieron en contra de su hija porque abarcaba tanto que, unos por envidia, y otros por simple diversión, maltrataron al agua que se vio sorprendida por el ataque feroz. Primero el fuego, tirando de la tierra hasta romperla en mil pedazos sacudió las costas y las metió debajo de su manto, luego el hielo lanzó a la atmósfera una sorprendente energía, que cargada de electricidad, el viento se encargó de llevar hasta romper al agua en sus más íntimos recodos de los átomos. El agua se metió por cada recoveco, inundó quemándose con el fuego todo el manto que tenía debajo hasta llegar a su núcleo de hierro; naciendo así la magnetosfera. Y de la explosión de un rayo nació otra hermana, del trío compuesto por el hielo, el viento y el agua salió la vida.
Al principio la vida sólo encontró cobijo en casa de su hermana, pero poco a poco fueron conquistando la Tierra aprendiendo a vivir con el hielo, el fuego, y la tempestad del viento.
La vida se expandió como el fuego, flotó como el hielo, y fue libre como el viento durante mucho tiempo, pero se creó un enemigo a imagen y semejanza, dentro de la vida creció el odio que había engendrado del fuego, la astucia que había aprendido del hielo, la incomprensión que le había regalado el viento, y la vida soltó un nuevo ser sobre la tierra para liberarse de tanto mal; su sombra.
La sombra de la vida tiene exactamente su forma, pero puede ser más grande o más pequeña según la cantidad de luz, la distancia, y posición frente al foco luminoso. La sombra puede imitar los movimientos de la vida pues el viento le susurra continuamente como tiene que hacerlo. La sombra es oscura porque allí reside todo el peso del hielo, toda la carga negativa del universo. En cambio la sombra de la vida no puede mezclarse con el agua, si lo hacen se pierde la partida en favor de la vida, porque la vida aprendió del agua lo que es el amor.
En un último intento por hacer la vida de su mismo bando, el eje del mal se alió con un ejercito que azotó a ésta desde el espacio, y aunque era un enemigo desconocido la vida supo ganar una vez más, esta vez con una cicatriz en la cara que le recordaría la lucha hasta nuestros días. La cicatriz nunca se pudo cerrar y la vida se perdía dando paso a la muerte; un hijo que tuvo la vida al cual nunca le pudo hablar, un hijo que vive en las sombras que apenas sabe de su madre y tiene un reino donde guarda el fuego, el hielo, el viento, y también el agua que sobra y flota por encima de todo sin que la muerte lo pueda remediar.

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