3 de junio de 2009

La sopa de marisco

Tal día como hoy fui a visitar a un amigo que tengo a las afueras, vive entre las dos colinas que esconden su casa. Se halla en aquel viejo caserío con su mujer y sus tres hijas.
En lo que a mi amigo concierne, se diría que su apetito por la lectura y las ciencias es para él un pan del cual comer día tras día. En la parte de arriba, junto a la habitación, posee gran variedad de volúmenes cuidadosamente colocados según la fecha de publicación y el autor. Pasa pues largas horas sentado en su mecedora, leyendo y escribiendo todo lo que aprende para luego, después de habernos reunido a todos sus amigos por fin de año, recitar cuentos y teorías que él mismo compone.
Recuerdo su más famosa historia, que condujo a diversos cuchicheos en nuestro pequeño pueblo. En él hablaba de unos seres misteriosos que aparecían cuando se produce un eclipse lunar, no conteniendo mucho más aliciente la historia de no ser por un hecho relativamente curioso. Poco antes de dar las once, nuestro amigo Sergei miró a luna y dijo "mirad como se tiñe de rojo, igual que en el pueblo donde desaparecía la gente". Evidentemente no ocurrió nada sobrenatural, era un simple eclipse que, gracias a los conocimientos, Sergei pudo predecir con una exactitud milimétrica dejando asombrados a la mayoría de los presentes.
También dispone de un pequeño huerto donde cultiva legumbres y algunos arboles frutales, entre los cuales destaca una higuera enorme, que según dice, tiene aproximadamente unos doscientos años, y ha conseguido mantener la vitalidad del árbol con una novedosa fórmula científica que lo prolongará hasta que lo vean los hijos de sus hijos.
No deja de ser curioso el hecho de que, los viernes por la tarde, en mitad de la plaza, hace una especie de espectáculo de magia.

Pero centrémonos en el día 28 de diciembre, sí, aquel día. Como dije antes, un día como hoy, pues han transcurrido ya exactamente dos años, fui a visitarlo no sin antes advertirle que disponía de poco tiempo, pues había llegado un hermano de viaje y, como es comprensible, quería disponer de un buen rato con él ya que, transcurrida media noche debía partir en tren otra vez hacía la ciudad. Me confesó por teléfono que a lo sumo estaríamos una hora, que sólo quería enseñarme un descubrimiento que acababa de hacer. Lo que no supuse era que aquel descubrimiento me iba a causar tanta impresión.
No hube llegado a la puerta cuando supe que allí se estaba cocinando una sopa de mariscos, receta que la mujer guarda en secreto pues nadie en el pueblo lo hace con tal sabor y maestría.
Y he aquí el primer hecho curioso, toqué la puerta y ésta se abrió sola. No vi nadie dentro de la casa, no estaban las niñas revoloteando con sus juguetes, no había nadie en la cocina, y tampoco veía a Sergei que, en un momento de indecisión, pensé me estaría gastando una broma. Subí las escaleras atravesando el comedor, estaba todo colocado en su sitio, y casi podía presentir a la gente sentada comiendo en la mesa. Fue ahí, en medio de la escalera cuando me detuve, había escuchado una risa burlona, una risa que me pareció muy familiar y no tardé mucho rato en saber a quien pertenecía. Bajé los pocos escalones que había subido y me dirigí a la mesa, vi allí una visión inverosímil de cucharas en movimiento, cada plato contenía la deliciosa sopa que pude oler desde la entrada. Con voz solemne pero decida oí a Sergei que me decía "ven amigo, siéntate aquí, a mi lado, y no sólo podrás probar la exquisita sopa que realiza mi mujer, sino que además te mostraré un ingrediente secreto, que como comprobarás, tiene el efecto de hacer invisible a todo ser vivo que lo pruebe".
Dicho esto, Sergei, su mujer y sus hijas, comenzaron a tomar forma delante de mis ojos, casi no podía creer lo que veía, y seguramente de no haberme hablado hubiera salido corriendo. Notó él que lo miraba con semblante de sorpresa, estaba alucinado por la materialización de los cuerpos, cuando sonrió generosamente para tranquilizarme.

- Tranquilo Luis, esto no es más que una pócima sin efecto secundario alguno.
- ¿Pero, cómo has conseguido hallar una cosa así?
- No... no, amigo, las respuestas a tus preguntas no van a tardar en ser contestadas, pero primero, prueba la sopa, está deliciosa...

Y entonces me vi comiendo de la exquisita sopa, no sin antes prometerme Sergei que el efecto no duraría más de una hora.
Para el que nunca se ha hecho invisible es imposible describir como cambia la tonalidad de los colores en este estado, no se trata de simples cambios de colorines, sino más bien a una mezcla espesa de tonos que se iluminan. Por ejemplo, si bajaba la mano por el mantel, ésta dejaba una especie de huella por la tela de un color ligeramente azulado. El efecto me mantuvo como imantado, pero sólo duró apenas escasos minutos, por lo menos desde mi comprensión porque, según supe después, la poción sí que tenía un efecto secundario, y ahora que lo pienso, de haberlo sabido, seguramente no hubiera incurrido en tal experimento, pues era el tiempo lo que transcurría a velocidad de vértigo mientras uno se invisibiliza.
Estaba avergonzado, pues no había probado más que tres cucharadas de aquella sopa, y ésta ya estaba fría.

- No te preocupes, a nosotros también se nos enfrió la sopa. Ahora, antes de que vuelvas, quiero que guardes el secreto hasta fin de año, tengo preparada una sorpresa que, incluso a ti que ya lo has visto, va a dejar alucinado a nuestro pueblo.

No pude menos que asentir con la cabeza, estaba pensando en qué diantres consistía la sorpresa. Me despedí de la familia y caminé rumbo a mi casa cuando comenzó a nevar copiosamente, las calles se llenaban de nieve en pocos minutos, algunos niños se empezaban a asomar por la ventana y, aprovechando que no era demasiado tarde, salir y tirarse bolas con sus vecinos de enfrente.
Tardé lo menos media hora, y mi hermano me estaba esperando en el quicio de la puerta temiendo que me hubiera resbalado por el camino.

- Entra Luis, he llegado hace poco y puesto la leña al fuego. ¿Dónde has ido?
- He estado en casa de un amigo, he tardado porque me he refugiado debajo del tejado de la plaza, ya que veía que cada vez era más fuerte la nevada. Pero dime, qué tal te ha ido el viaje...

Después de toda una tarde noche hablando de los adelantos de las ciudades, de la familia, de los amigos, y de algunas anécdotas del trabajo, ya que mi hermano es piloto de vuelo en una de las primeras compañías aéreas del país, me dispuse a levantarme del sillón. No pude nada más que girar la cabeza a un lado, cuando un enorme estruendo se escuchó en las proximidades.
Poco tiempo después supe que la fórmula, a cierta temperatura, hacía explosión. Me lo contó Sergei que se salvó del incidente, pero no así una de las niñas que se hallaban en la cocina. Después de esta experiencia él no quería hacer experimentos con pócimas o fórmulas mágicas, pero esto no lo disuadió para llevar a cabo un último experimento, también con la base de sopa de marisco, tras oír a su hija en sueños.

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