5 de junio de 2009

La copa de la que bebías

Esas cosas que decías
cuando en la bañera
me mirabas,
extrañada,
como el que mira
una grieta en el polo
desde arriba,
mientras sonreías
y preguntabas,
qué hacía con tu antología
si no la bebía.

Esas cosas que decías
me tenían deambulando
como un búho,
como una alimaña
en el continente
de tu vagina,
que de vez en cuando,
desembocaba
en el quicio de la puerta
como los perros
hacen con la orina.

Aquello que decías
era tan natural
como antinatural,
tan provocativo
como alentador,
tan rebuscado
como excitante,
tan opuesto y aproximado,
que llegue a pensar
que la locura
adquiría formas
y la cordura
recorría la habitación
en busca de otra doctrina.

Aquello que decías
me lo dice la copa
con tus labios marcados;
no la he limpiado
esperando que pase
un indicio de tu teatro
y vuelvas al mundo
de donde saliste
sin decirme nada.
Y miraba al cielo, al agua,
a la tierra, con tal de que
no estuvieras en el cementerio,
no seas tú,
y todo fuera un sueño.

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