14 de junio de 2009

La bombilla de Violeta

Como cualquier día, Violeta, se levantó de la cama con la misma sensación. Desde hace dos semanas se viene repitiendo el mismo sueño...

Un mueble rojo, sin fondo, incrustado en la pared, se ilumina desde su parte izquierda y se ve una bombilla enroscada en el piso. La sensación es de extrema tranquilidad, con un desasosiego expectante, el aire parece plástico, inmóvil, extraño y exuberante como una tarta de gelatina.
Sólo instantes antes de despertar se puede percibir una conmoción en el ambiente de proporciones incalculables, se puede decir que las palabras todavía no son suficiente expresión para determinar el momento en el que se ha de despertar. Y despertar por esta circunstancia es motivo de enojo para Violeta...

No lo había percibido, pero mientras pensaba una vez más el significado de su sueño, los espejos de su casa se hallaban cubiertos de sangre, goteaban formando charcos en la cocina, el baño, y la habitación donde dormía.
Se levantó despavorida ante la imagen siniestra, resbaló y cayó delante de la puerta de la terraza. Los cristales del las puertas presentaban una angustiosa oscuridad, un velo negro de incontestables arrogancias.
Respiró el aire de la mañana después de pasar un pánico tremendo a la hora de abrir la puerta, sudó gotas frías sin apenas mover un músculo. Los geranios estaban secos, secos y calcinados, como un monumento de hace miles de años.
Empezó a llover, y fue cuando Violeta comprendió que no podía volver a entrar en su casa, el agua caía a raudales y en pocos minutos un río de sangre corría por los contornos del mundo...
Violeta cerró los ojos y nunca más los volvió a abrir.

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