13 de junio de 2009

En casa de la abuela

- Hola Valentina. ¿como está mi nieta?. ¿Quieres que te cuente como era yo cuando conocí a mi abuela?
-Sí, cuéntamelo todo Abu, me encantan tus historias...


Aún recuerdo aquel novio que tuve, se le salían los ojos cada vez se la chupaba, él decía que era lo mejor del mundo, lo más, pero lo cierto es que no aguantaba ni un asalto en la cama. Luis era un chico sencillo, mediana estatura y unos labios carnosos, lo mejor que tenía. Mi relación con este hombre no duró demasiado, sólo unas semanas, pero teniendo en cuenta que era el primero, y que, los dos teníamos dieciséis años, no era más que el comienzo.
Javier era diferente, lo conocí en una feria de verano, hacia tanto calor que lo hicimos detrás de las casetas mientras los niños compraban billetes para los coches de choque. La verdad es que nos aguantábamos poco, era un borde consumado, pero follaba como una máquina, y me dejaba siempre impregnado el olor de su cuerpo, que es capaz de volverme loca, y capaz de reactivarme múltiples orgasmos. Pero lo dejé una mañana que lo hablamos, al principio estaba muy callado, después sudaba como un cerdo, y por último, se puso a gritar y me soltó tres guantazos. Tuve que salir corriendo, porque no comprendí su agresividad, esa forma de ponerse encima mía y atosigarme de aquella manera.
Acabé después en casa de la abuela, una bella mujer a pesar de sus años.

Mi abuela era ciega, recorría la casa con su bastón, sus manos, y preparaba la comida sin necesidad de ayuda. La verdad es que me tenía asombrada, no sé como era capaz de reconocer las cosas con sólo tocarlas.
Un día cometí una estupidez, de las grandes, le dije a mi abuela que estaba viendo la tele y ella detectó en el ambiente un gran olor a sexo. Efectivamente, estaba con un amigo mientras intentábamos hacer el menor ruido. Pero no contamos con el olor, y mi abuela simplemente me dijo que me pusiera en medio de la calle a hacer lo que estaba haciendo en su casa, me llevo de la oreja hasta la puerta, y desnuda, me cerró en las narices. Mi amigo salió al rato, también desnudo, y acabamos en el portal enrollados como una masa uniforme. La excitación me recorría el cuerpo, era posible que los vecinos colindantes, ante tanto escándalo, inusual en la casa, estuvieran mirando por su mirillas aquel espectáculo. Después me entró de repente una vergüenza enorme y tuve que tocar rápido a la puerta, ella me abrigó pero no me dirigió la palabra hasta el día siguiente.
Nadie te prohibe estar con quien quieras- me decía aquella mañana- , pero te pido por favor que no me traigas a casa estas sorpresas, soy mayor pero no creas que no me excita ya esa explosión de amor. Mi abuela continuó explicándome como conoció al abuelo, era una historia tierna y sencilla, pues se conocieron en un cementerio el día de todos los santos. también me dijo que estuvo con una mujer, y entonces pensé voló mi imaginación, ya que me llamaba la atención ese tipo de experiencia. Concluyó diciendo que no estaba arrepentida de aquella breve relación prematrimonial, pues el peligro y las consecuencias de aquello que hacían, hacía inventar mil y una aventuras donde, asegura mi abuela, tuvo los mejores orgasmos que se pueda imaginar.
Me sentí mucho mejor con mi abuela, le pedí permiso para traer a una amiga un fin de semana, lo que no le dije es que nos íbamos a esconder debajo de la mesa para experimentar con nuestros cuerpos, para ver que pasa.
Llegó el sábado por la mañana, poco antes de la hora de comer, Andrea, con su pelo recogido, un poco más alta que yo, y también más mayor aunque sólo por un año. Comimos pollo con pimientos, y de postre un flan riquísimo con trozos de manzana. Después subí mi pie por entre los muslos de Andrea, hasta que rocé con el dedo gordo las bragas que llevaba. Me quedé fijamente mirándola, ella sólo me lanzó una breve sonrisa, y con la punta de sus dedos se bajó las bragas hasta las rodillas. Yo estaba tremendamente mojada, y tuve que meterme los dedos mientras me terminaba el postre, era una sensación placentera, prohibida, excitante, singular, y atrayente, tanto que metí la cabeza debajo de la mesa, aprovechando que la abuela acabó antes que yo, y estaba regando las plantas de la terraza. Introduje la lengua como una posesa en la vagina de mi amiga, luego notaba como ésta estaba también muy impregnada, y entonces recordé lo que pasó el otro día y tuve una idea mejor.
Le dije a Andrea que se vistiera y fuimos corriendo al pequeño patio interior donde se tiende la ropa, allí nos podía ver cualquiera, menos la abuela, a la que puse en conocimiento de ir a recoger la ropa para que así no tuviéramos problemas. Repetimos la experiencia algunos fines de semana, nunca pasó nada hasta que nos vio un vecino. Bajó enseguida, tocó la puerta, y yo misma lo atendí.

-Hola, ¿eres tú la que estaba en el patio?
-Sí, por qué lo preguntas si ya lo sabes.
-Perdona, es que nunca he visto a dos mujeres besándose.
-Pues ya iba siendo hora.

El muy idiota no sabe como expresar la excitación que siente, le he dicho que pase, pero Andrea se niega a participar con un hombre.

-Tía parece un cerdo, mira como me desnuda con la mirada, parece que se le vaya a salir el corazón por los ojos, no quiero ver este tío ni rozándome la piel.
-Pero Andrea, si tampoco está tan mal...
-No estará mal para ti, que también te gustan los hombres, pero si quieres seguir, adelante, no te cortes amiga, es todo tuyo. Ahora bien, ni te me acerques para que te complazca, te puedes quedar aquí, follando con este energúmeno, pero de seguro que os descubre tu abuela. ¿Que excusa le darás?. ¿Le dirás que me cambié de sexo y que ahora soy un hombre?. ¿Te crees que la puedes engañar porque es ciega?. No amiga, como se ve que no conoces a tu abuela, ella sabe a lo que vengo aquí contigo, y lo sé porque me lo ha dicho, pero también me ha dicho que no la disgusta.
-¿A sí, mi abuela te ha dicho eso?
-Sí, y además lo sabe desde el primer día porque no es ciega, sólo le falta visión en el ojo izquierdo, y como podrás comprobar te ha estado mintiendo para ponerte a prueba.
-Qué, no me lo puedo creer. Creo que estás celosa y montas el numerito para que siga contigo. Sabes una cosa, hemos acabado.

Para que fue aquello, al final no volví a saber nada del vecino, mi amiga lo había comprado para comprobar mi fidelidad con ella. Lo de mi abuela no era cierto, ya que era ciega desde hace más de cincuenta años por culpa de una metralla que explotó durante la guerra civil, según me explico poco después de contarle lo sucedido. Tampoco sabía nada de las relaciones que mantenía con mi amiga, me dijo que no me merecía, porque no hace falta poner a nadie a prueba para comprobar su fidelidad.

Y así fue como le conté a mi abuela todas y cada una de las relaciones que tenía que, mientras estuvo viva me agradeció que fuera tan expresiva y generosa en detalles.
Aún recuerdo lo que me dijo antes de morirse...

-Hija, porque no vas mañana a ver a tus padres, hace mucho que no pasas por allí y creo que les vendría bien saber de ti.
-Está bien abuela, voy por la mañana y vengo por la tarde, no quiero dejarte sólo con tu estado de salud.
-Estoy perfectamente, no tienes de que preocuparte.

Cuando volví por la tarde la vi en la cama, en la misma posición que la había dejado, no se había movido apenas, las lágrimas me caían solas, nunca olvidaré aquellas últimas palabras: "Estoy perfectamente, no tienes de que preocuparte." Y entonces más lloraba, no podía llamar a nadie en ese estado, pasaron como dos horas hasta que llamé a casa de mis padres.


-Y así fue nietecita, con el tiempo, que acabé viviendo en la casa de mi abuela.
-Abu. ¿Hubo una guerra civil en España?. ¿Cuándo sucedió?. ¿que fue lo que pasó?
-Esa es una historia muy larga, ya te la contaré otro día...

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