2 de junio de 2009

Los ecos de ciudad no saben distinguirme
-son camuflajes queriéndome esconder-
pero tú sabes donde encontrarme
ya que no me escondo,
y la armadura platónica de mi cuerpo
siempre te espera loco.

Veo el aire cayendo hacia tu boca,
caer sobre tu pecho,
desplazarse inconsciente sobre tu cuerpo.

En la noche que viaja por mi mente
sueño contigo, con tus ojos
queriéndome decir, girando fulminantes,
interpretando
-estoy aquí para presenciar
una sonrisa hablando sin pararse-.

Tu mirada se transforma; candente
fluye dentro de mí, sin límites
ni debilidad -me dejo llevar, te dejo llevar-.

En la mañana tu recuerdo
vaga dentro, crece y respira el aire
que por las noches condenso.
El nutriente de mis sueños te alimenta,
sueños en los que, si no apareces,
están tus movimientos como presencia.

Y cuando moldearte no es una tarea
sino un sentimiento incesante,
no sólo te sueño, te traigo al otro lado
en un
mágico
instante.

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