9 de marzo de 2009

Cualquier parecido con la realidad es eso...

Susana es alegre, risueña, como la niña que es. Con catorce años el vestido de boda es normal que le quede grande. Y sin ningún disimulo el cura pregunta -Pero mi niña, tú a qué vienes a casarte o a hacer la comunión...
Pero Susana quiere a Ernesto con el alma, con un corazón tan grande que daría la vida por él.

Al día siguiente no hay luna de miel ni nada parecido. Susana trabaja todas los días; friega la loza, plancha la ropa, hace la comida, y ahora atiende a su marido descubriendo lo que significa ser una mujer dentro de una sociedad machista que, a mediados de los años 70, suponía ser esclava dentro de su propia casa.

Ignacio es gran amigo de la familia, tiene un trabajo de repartidor a domicilio y le ha conseguido un puesto a Ernesto. Con lo que saca mes a mes va pagando la letra del piso.
El traslado a la calle Violeta supone para Susana un alejamiento de sus padres que un principio la tiene entristecida, más por su madre que por el padre. Los vecinos, buena gente hasta que se demuestra lo contrario, no hacen otra cosa sino hablar por detrás a causa de la juventud de la pareja que vive en el tercero derecha.
- Hay Susi, verás, vi a tu marido el otro día en el bar hasta las tantas. No sé como puedes estar contenta chica, yo soy tú y me vuelvo a casa de mis padres, que de seguro estás mejor.
- No digas eso, yo lo quiero y para eso me casé con él. Porque es mi marido hasta la muerte.
- Sí, ya veo. Toma, te dejo esto aquí, voy a la panadería que ya es tarde.
- Vale Conchi, pasa cuando quieras a tomar un café. Y gracias por los tomates.
- De nada chica, me voy volando...

Han pasado tres años y ha nacido Daniel, el primer hijo. El padre lo celebra emborrachándose con los amigos mientras, en el hospital Doce de Octubre, la madre se recupera de una intervención quirúrgica para poder sacar al bebé. Ha sido un día muy duro, las contracciones empezaron por la mañana y hasta casi las doce de la noche no ha dado a luz.
Y así hasta cuatro nacimientos más en los que Ernesto se trincaba a la botella como el que coge los zapatos para salir de casa. Nueve años de matrimonio, tres niños y una niña; Daniel, Genaro, Alex, Andrés y Sonia. Nueve años en los que el dinero se consume con la impaciencia de Ernesto, que gastaba en otras cosas. Hasta que llegó la separación de mutuo acuerdo, y Susana conoció a Sebastián.

Con Sebastián ella se siente segura, ve un hombre que le hace promesas de incalculable valor. Te quiero con locura -le dice. Te voy a poner un pedestal -le promete.
Y unos meses después nace Silvia, a la que el padre renuncia, y por consiguiente a su compañera sentimental.

Hasta aquí podemos pensar que la vida no ha sido justa con Susana, pero esto no es nada comparado con el último hombre que, la convirtió en otra persona e hizo de ella un perro fiel al que maltratar cuando le viniera en gana.

Juan está esperando la herencia de su padre como agua de mayo. Separado de su mujer y sus dos hijos conoce a Susana a la cual enamora con labia y buenos modales.
Juan acepta a Silvia como su propia hija; ahora cuenta con cuatro años de edad.
El médico le ha pedido a Susana que no tenga más hijos porque su vida puede correr peligro, ya que su fortaleza y vitalidad se han gastado en el transcurso de media vida de trabajo, y debido a los ataques de asma no se le recomienda tener más. Pero Jaun quiere un niño...

- Vamos Susana, hoy tenemos prisa, deja todo sin recoger que me ha salido una oferta y te vas a venir conmigo a Suiza.
Juan estaba metido en un negocio de venta de coches. Es un negocio peculiar, ya que compra el coche en el país de origen y lo trae a Almería para revalorizar su precio. Siempre se mueve en el borde de la ilegalidad.
Es un viaje relámpago, como los viajes que realizaría posteriormente hacia Marruecos mientras dejaba encerradas a su mujer y las niñas en casa. El viaje de vuelta es tan rápido que, apenas pasan dos días como en un abrir y cerrar de ojos.
Desde aquel entonces Susana lleva gestando su séptimo hijo; Lucia.

La madre de Juan, Paquita, sufre de parkinson, pero eso no le impide tener todo el santo día el rosario entre las manos, mientras chismorrea como una cotorra poniendo a parir a la mujer con la que está su hijo.
Susana escuchó un día, mientras estaba en el baño, como se las gastaba Paquita...
- Ay Juan, yo no sé porque te tiene que planchar esa chusma tu ropa. Teniendo dinero como tienes ahora que se ha muerto tu padre y llevas el negocio.
- Calla Ma, que te va escuchar si hablas tan alto.
- A mí me da igual lo que esa pelandrusca piense, no sé como estás con una mujer que se abre de patas a cualquiera...
Al escuchar ésto, Susana salió del baño, en parte por sentirse ultrajada por aquellas palabras, y en parte por la complicidad que Juan le asentaba a su madre.
- Usted no tiene que venir de su casa a la mia a faltarme el respeto.
- Cállate!!, no le hables así a mi madre. Ella puede decir lo que quiera de quien quiera.
- Si yo no la he tratado mal; he lavado a tu madre cuando le ha hecho falta, le he curado el pie anteayer, le he puesto de todo, y para qué...
- Qué te calles!!, ya verás cuando se vaya mi madre. Te voy a señalar para los restos. Tú a mi madre le hablas cuando yo te de permiso.

Tres años después nace Neli (el octavo hijo de Susana). Salió del hospital y, Juan, en vez de llevar a su mujer a casa, se la lleva a su madre para que viera a la recién nacida. Y cuando hubo llegado a su altura, paró el coche y le hizo una señal a Paquita. Pero su respuesta fue que siguiera el camino, que ella no tenía nada que ver con esa criatura.

El tratamiento sicológico al que Susana se vio sometida durante doce largos años llegó a su punto culminante cuando empezaron los malos tratos físicos. Juan machacaba a palizas a sus hijas, mientras la madre se ponía en medio para aliviar los golpes que mayormente recibía Silvia. Además se unían viajes de ida y vuelta a Marruecos, con lo que conseguía traer a gente con documentos falsos. Otro tipo de negocio, éste ya ilegal totalmente.

En la casa viven Susana, sus tres hijas menores, y a veces hasta cinco inmigrantes durmiendo bajo el mismo techo. Juan se ha traído a una niña de la cual abusa sexualmente cuando se la lleva a otra casa que oculta meticulosamente.
En Junio de 2007 Juan hizo un último viaje a Marruecos, en el cual le manda un mensaje a su Susana diciendo que viene con su mujer de Marruecos por que se ha casado allá, y que lo tiene que entender puesto que supuestamente está ayudando a gente necesitada.

Hoy en día Susana se encuentra bajo protección judicial.
Juan tiene una orden de alejamiento de 1 kilometro, y está acusado de violencia de genero, intimidación sicológica, y principio de abuso contra la integridad sexual de sus hijas, hecho que relataron las menores al juez.
El juez ha reabierto el caso para finalizar el proceso, y le ha pedido a Susana que vaya a hacerse un reconocimiento sicológico para determinar su estado.
Aunque las pruebas son concluyentes, la ley se cerciora de toda esta realidad, mientras la primera sentencia surte efecto; orden de alejamiento y manutención de las menores.

Hoy Susana está en el paro, vive de alquiler con sus tres hijas, y de vez en cuando sube a mi casa para contarme una historia trágica que nunca podrá olvidar. Quiere dejar de fumar, pero los nervios, y toda una vida fumando, le hacen cuesta arriba este propósito... ahora que lo pienso, yo también debería dejarlo.

3 comentarios:

  1. Mi Genial TEO,
    Historias de vida, vidas vividas, vidas
    sobreviviendo,... tristes realidades que
    debemos aceptar,...
    Menos mal que todavía existe la esperanza,
    las fuerzas, esas que nos dicen...¡adelante!
    sigamos caminando!
    de momento que quiere dejar de fumar, quiere decir que Todavia a pesar de todo está viva, que cree en la vida, que tiene Fuerzas todavia, y ésto tiene un valor incalculable.
    baci

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  2. Nada supera a las realidades, tantas realidades que con 32 grados aún siento frío al pensar en la dureza de esta y tantas historias.
    Las Historias que están detras de un bloque de a 20, al otro lado de la calle, detante de nuestra narices.
    Somos parte de esas historias, somos parte de este mundo lleno de injusticias.
    Somos seres en muchos de los casos con un papel evidente "meros espectadores".
    Me pregunto si dejando de fumar, la falta de humo nos deje ver con mayor claridad.
    Un saludo desde el otro lado del bloque de a 20

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  3. Este mundo está lleno de pizcas insípidas, casi fulminantes, grandes longitudes de telas húmedas y casi desagradables por su sabor a sal. Simplemente intentar salir ya es un buen deseo después de machacarse la mente en los problemas.

    Te mando un abrazo desde México, un país que sigue adelante. Besos.

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